¿Debería de aceptar a mi jefa como amiga de Facebook?

A los pocos días de empezar a  trabajar en uno de mis últimos empleos, mi ahora ex jefa me envió una solicitud de amistad en Facebook.

Confieso que por una semana, en lugar de haber estado celebrando que tenía un empleo, me encontraba en el gran dilema de aceptarla o no,  pensando en como habría personas tan antiprofesionales que utilizaban su puesto y su nivel de superioridad para violentar así la privacidad de sus subordinados.

Después de pensarlo mucho, no me quedó otra más que aceptarla, pero bloqueándola de mucho contenido de mi página, sin embargo al poco tiempo decidí sacarla, pues cada vez que escribía algo, pensaba si a ella le gustaría mi comentario.

Al final de cuentas esta decisión mermó en el trato cotidiano profesional con mi ex jefa que resultó en una ambiente de hostilidad en el trabajo. La decisión de no compartir mi vida privada en la oficina increíblemente se vio reflejada en un cambio de actitud hacia los resultados de mi desempeño laboral.

Platicando después con otras ex compañeras de esa misma empresa, me enteré que ellas también se vieron en la necesidad de aceptar su solicitud de amistad, pero que fueron un poco más inteligentes y antes habían creado para esto una cuenta adicional en Facebook, nada que ver con su cuenta personal, y así con esa cuenta se hicieron amigas.

Así pudieron evitar que la jefa se enterara de opiniones personales y a la misma vez no hacerla sentir «rechazada» en la red social.

Otra ex compañera  me confió que ella de plano habló con la ex jefa  y le dijo que su vida personal, la mantenía fuera del ámbito personal, pero aún así dice, también sintió el resentimiento de aquella decisión, reflejada en el terreno de su desempeño en la oficina.

Creo que cualquier decisión que hubiésemos tomado, la invasión de tu privacidad en el terreno laboral por parte de quien supervisa tu trabajo, se vuelve cada vez más común ahora con las redes sociales.

Cada quien tiene la ultima decisión de aceptar o no a su supervisor, sin embrago desde que vi aquella solicitud de amistad en el Facebook a los pocos días de haber entrado a trabajar en aquella empresa, supe que habían empezado los problemas laborales para mí. Y no me equivoqué.